Y ese resurgir, al igual que toda nueva vida, está colmado de optimismo. Quizás sea este optimismo algo que caracteriza las obras de este autor tinerfeño. La entrega de oportunidades de la que gozan sus personajes literarios, esa oportunidad de poder escaparse de uno mismo y florecer como ente nuevo, sin duda, es un rasgo inconfundible en las obras de Omar.
Soledad Amores se presenta como una novela urbana en la que se analiza las posibilidades de los diversos tipos de relaciones humanas y espirituales con las que se entarima la base de una sociedad que, como toda buena ficción, es abrumadoramente real. Las múltiples historias que comprenden esta novela se van entrecruzando, siempre con ese atractivo andar laberíntico, edificando una polifonía de seres que marchan en una procesión hacia la verdad que el miedo suele esconder. Con esta obra, Alberto Omar Walls reafirma su particular capacidad de experimentar con la narrativa, no obstante, a diferencia de su primera novela, la aclamada La canción del morrocoyo (1972), la mayor parte de Soledad Amores está escrita bajo un tono más bien naturalista -en el sentido estricto del estilo literario en cuanto a la descripción y las condiciones humanas reflejadas- pero, como es habitual en este escritor, la estructura global de la novela no queda libre de sorpresas. El lector llegará a un punto en el cual, involuntariamente, irá tejiendo la urdimbre de la trama, trenzando cada breve retazo argumental que el autor brinda a modo de pequeñas vértebras testimoniales. Esto requiere de una lectura cuidadosa pues, ¡cuánta atención del modisto precisa una tela exquisita y delicada! Y así, contando con la minuciosidad del espectador, nada en esta obra de Omar -ni tan siquiera entre todas ellas- queda desligado de su universo en donde la compasión, la mística y la verdad triunfan sobre las angustias que se maceran en los tramposos prejuicios de la sociedad.
El amor idealizado que -como suele ocurrir con los ideales inalcanzables- uno mismo traiciona, y su reflejo, la traición que alumbra un amor ideal, se ofrece en esta novela como fruto de la visión unificadora que posee el autor. Así, desde el propio título que enlaza términos a primera vista insolubles, en Soledad Amores los personajes, las situaciones y las palabras van dotándose de esas ambivalencias que enriquecen al amor y al perdón en una sola integridad como el todo. Es así como estos personajes aprenden a vivir. Recorrer las páginas de Soledad Amores es como pasear por las cámaras de una gran galería en donde se expone una magnífica colección variopinta de la esencia humana. Se abren, pues, las puertas a una serie de intimidades que delatan el pasado; aquel que continuamente acecha a su dueño. Las confesiones que matizan los bocetos de la felicidad y los lienzos, teñidas de un generoso y sugestivo erotismo, se exhiben aquí junto a una exquisita veracidad con la que el autor nunca deja de juguetear.
Masaki Hatomi