½Todo lo que el hombre de genio demanda para exaltarse es materia espiritual en movimiento. No le interesa hacia dónde tiende el movimiento ?sea a su favor o en contra? y la materia en sí carece por completo de importancia+, dice Edgar Allan Poe en una de sus ½Moralia+. El término ½materia espiritual en movimiento+ ?contradictorio en sí mismo? define en su ambigüedad la difícil y escurridiza figura de Edgar Allan Poe. Su impulso, el del hombre de genio, supuso un aliento imprescindible ?a través, sobre todo, de la influencia que ejerció en los poetas simbolistas franceses? en los comienzos de la modernidad. En el plano personal, dicho impulso fue siempre una rémora: basta con recordar su penosa vida y las insoslayables dificultades materiales y personales que se le presentaron para llevar a cabo su tarea. Poe, como le sucede también a su gran comentarista e intérprete Baudelaire, no deja indiferente a ningún lector y sigue encarnando las contradicciones propias de la modernidad: gusto por el arcaísmo e intuiciones de futuro; lecturas fervorosas de la tradición y calas no menos intensas en la cultura popular y mediática de su tiempo; creador de una obra singular y hasta irreducible a las simplificaciones de la taxonomía crítica que buscaba también el éxito comercial, el aplauso de los lectores. Los ensayos que componen Poe. La mala conciencia de la modernidad buscan interrogar desde distintos ángulos las múltiples caras o facetas de la obra del escritor norteamericano, y en especial su sorprendente capacidad para seguir aguijándonos, planteando preguntas incómodas y respuestas inestables que son la cifra más visible de su modernidad, su pertinencia. Incluye ensayos de David Cunningham, Julián Jiménez Heffernan, Enrique Lynch, Mario Ponzi, Patrick Paul Quinn, Jaime Siles, Dorothea von Mücke y Félix Duque.
«Todo lo que el hombre de genio demanda para exaltarse es materia espiritual en movimiento. No le interesa hacia dónde tiende el movimiento -sea a su favor o en contra- y la materia en sí carece por completo de importancia», dice Edgar Allan Poe en una de sus «Moralia». El término «materia espiritual en movimiento» -contradictorio en sí mismo- define en su ambigüedad la difícil y escurridiza figura de Edgar Allan Poe. Su impulso, el del hombre de genio, supuso un aliento imprescindible -a través, sobre todo, de la influencia que ejerció en los poetas simbolistas franceses- en los comienzos de la modernidad. En el plano personal, dicho impulso fue siempre una rémora: basta con recordar su penosa vida y las insoslayables dificultades materiales y personales que se le presentaron para llevar a cabo su tarea.
Poe, como le sucede también a su gran comentarista e intérprete Baudelaire, no deja indiferente a ningún lector y sigue encarnando las contradicciones propias de la modernidad: gusto por el arcaísmo e intuiciones de futuro; lecturas fervorosas de la tradición y calas no menos intensas en la cultura popular y mediática de su tiempo; creador de una obra singular y hasta irreducible a las simplificaciones de la taxonomía crítica que buscaba también el éxito comercial, el aplauso de los lectores.
Los ensayos que componen Poe. La mala conciencia de la modernidad buscan interrogar desde distintos ángulos
las múltiples caras o facetas de la obra del escritor norteamericano, y en especial su sorprendente capacidad para seguir aguijándonos, planteando preguntas incómodas y respuestas inestables que son la cifra más visible de su
modernidad, su pertinencia.
Incluye ensayos de David Cunningham, Julián Jiménez Heffernan, Enrique Lynch, Mario Ponzi, Patrick Paul Quinn, Jaime Siles, Dorothea von Mücke y Félix Duque.