Marcado por un estigma permanente e impulsado por la búsqueda de un remedio para su exceso de vello, Petrus Gonsalvus viajó por varios países, aunque siempre oculto para tratar de sortear las burlas de los que le rodeaban en medio de una Europa atemorizada por macabros casos de «licantropía».
Gonsalvus tuvo la fortuna de recibir la protección de algunos de los soberanos más poderosos del Viejo Continente, como Enrique II, que se interesaron por su disonante físico y se sorprendieron por la rapidez con la que adquirió la educación y los modales de cualquier joven cortesano.
El amor también llegó a su vida, pues se casó con una hermosa mujer con la que tuvo siete hijos, algunos de ellos herederos de la patología de su padre. Los retratos de él y de su familia, repartidos hoy día por varios museos de Europa y Norteamérica, han aportado gran interés para la actual ciencia médica, constituyendo los primeros casos documentados de hipertricosis lanuginosa congénita.