Una advertencia contra ese dominio de fulgores estridentes, erótico y brutal, que nos hace señas llamándonos cada vez con mayor persuasión desde las orillas del paisaje tecnológico Pocos productos de la tecnología moderna fascinan e interesan tanto como el automóvil, mientras que cada año cientos de miles de personas mueren en las carreteras del mundo entero, y los heridos suman millones. Ballard cree que la clave de esta paradoja se ha de buscar en la imagen misma del choque de autos, depositaria de nuestras fantasías de poder y violencia, velocidad y sexualidad. ½Hace unos años -cuenta Ballard-, presenté una exposición de autos chocados en el New Arts Laboratory de Londres. Me sorprendió comprobar que la gente no dejó nunca de atacar y destrozar aún más esos vehículos, durante todo el tiempo que duró la exposición. Entonces decidí escribir Crash.+ Aterrorizado y subyugado a la vez, el narrador es arrastrado vertiginosamente a un clímax siniestro: una perturbadora visión del futuro donde el sexo y la tecnología consuman un matrimonio de pesadilla. Violenta y aterradora, pero siempre fiel a sí misma, Crash es sobre todo una novela admonitoria, ½una advertencia contra ese dominio de fulgores estridentes, erótico y brutal, que nos hace señas llamándonos cada vez con mayor persuasión desde las orillas del paisaje tecnológico
En Crash el accidente de coche se convierte en una metáfora sexual. Aterrorizado y subyugado, el narrador se ve arrastrado vertiginosamente a un clímax siniestro: una perturbadora visión del futuro donde el sexo y la tecnología consuman un matrimonio de pesadilla.Violenta y aterradora, pero siempre fiel a sí misma, Crash es sobre todo una novela admonitoria, «una advertencia contra ese dominio de fulgores estridentes, erótico y brutal, que nos hace señas llamándonos cada vez con mayor persuasión desde las orillas del paisaje tecnológico».