El conductor de almas nos cuenta los sinsabores de Calder, guía de los muertos, encargado de conducir sus almas al otro mundo, que fue víctima de su mala cabeza hasta que consiguió remediar sus ?fallos profesionales?.
En efecto, después de trescientos años de trabajo impecable conduciendo las almas de los muertos desde el mundo de los vivos al mundo espiritual, Calder cometió tres errores, tres errores que crearon el caos entre ambos mundos al romper su delicado equilibrio:
· El primero fue enamorarse de una mujer mortal.
· El segundo encarnarse en un cuerpo humano para poder conocerla.
· El tercero convencer a un alma que quería morir de que siguiera viva.
Si añadimos que la mujer de la que se enamoró era la última zarina de Rusia, el cuerpo en el que se reencarnó el del archiconocido Rasputín y el alma a la que convenció para mantenerse viva la de Alexis, el hijo menor del Zar, y todo ello en uno de los momentos cruciales de la historia moderna, el inicio de la Revolución Rusa, no es de extrañar que sus errores, no disimulables, le valieran el destierro... a la Tierra.
Narrado lo anterior, la novela se desarrolla entre el mundo de los vivos y el de los muertos, convirtiéndose en un viaje alrededor del mundo que protagoniza Calder junto a los hijos menores de los zares, en busca de la Llave que les permita abrir la puerta del más allá y regresar al Cielo.
Como en su primera novela ?Entre luz y tiniebla?(?A certain slant of light?), Laura Whitcomb pone su prosa espléndida y delicada al servicio de una narración llena de simbolismo, riqueza descriptiva (sensacional la del otro mundo), personajes atractivos y originales trama y desenlace