"Todas las cosas son mudables y próximas a lo incierto». El último verso de una crónica comentada regresa como una antífona en estos tres relatos ardientes, crueles, excesivos, que evocan hacia el año mil a las primeras generaciones de benedictinos que establecieron sus monasterios en las islas y las marismas de la Vandea, bajo la alta supervisión de Cluny, en una época en la que el cristianismo y el paganismo están estrechamente imbricados."